La infertilidad es un tema que durante mucho tiempo ha causado preocupación en el mundo, debido a que la maternidad no es solo un hecho individual o de pareja, sino un evento que reviste carácter social de gran valor.
La infertilidad es un tema que durante mucho tiempo ha causado preocupación en el mundo, debido a que la maternidad no es solo un hecho individual o de pareja, sino un evento que reviste carácter social de gran valor. Las estadísticas asociadas a la reducción de la maternidad se hacen más elevadas a medida que la humanidad se desarrolla. Muchas veces el retardo en la concepción de un embarazo es una decisión personal, pero en otros casos, esta decisión se debe a factores biológicos que afectan la posibilidad de que un hombre o una mujer en edad reproductiva puedan concebir un hijo.
En los casos en que los factores fisiológicos resultan insalvables, la medicina reproductiva ofrece la posibilidad real de tener un hijo, a través de la donación de óvulos o semen. Esta práctica genera diversidad de polémicas relacionadas con los aspectos psicológicos, sociales y éticos que afecta tanto a la pareja participante, al médico tratante, los donantes y al futuro bebe.
La donación de espermatozoides para lograr un embarazo es una actividad que se lleva a cabo desde hace micho tiempo, y que debido a que nuestra cultura es radicalmente matriarcal, su relevancia en la concepción es considerada menos impactante y critica. En 1984, con el nacimiento del primer bebe por ovodonación, la posibilidad para una mujer de acceder al embarazo, parto y lactancia se abrió, creando nuevas expectativas para aquellos a quienes solo restaba la adopción como vía de experimentar la maternidad o paternidad. El tratamiento en estos casos, es altamente tecnificado y requiere de una donante que produzca ovocitos que al ser extraídos, son fertilizados en laboratorio para luego los embriones ser implantados en el vientre de la receptora.
La ovodonacion y la donación de semen, implica que el hijo por nacer, no tendrá parcial o totalmente la carga genética de los padres, sino que ésta proviene de terceros que aportaran sus genes en la concepción de un bebé que no será de ellos. En el caso de la donación de semen la participación del donante no es activa y la existencia de los bancos de semen hace esta acción impersonal, convirtiéndolos en padres invisibles. En la donación de óvulos, por el contrario, la donante tiene una participación activa y sincronizada con la receptora.
Cualquiera sea las características de la donante, este hecho representa un acto de generosidad, altruismo o identificación que la hace implicarse emocionalmente con la familia receptora, siendo que su carga genética estará en el cuerpo de un tercero a quien quizá no conozca o que no pueda llamar hijo. Asimismo la receptora, vive la “herida narcisista”, asociada con el duelo que representa verse impedida de transmitir las características propias y de su familia en su descendencia.
El duelo genético se expresa a través del dolor psicológico de una pérdida irreparable, del cual surgen las dudas acerca del afecto que puede sentir hacia el bebe, los cambios en la relación de pareja y la apariencia física del que nacerá. La elaboración de este duelo supone la disminución de los conflictos relacionados con la maternidad y la crianza futura. El apoyo psicológico estimula la formación del vínculo entre la madre y el hijo y disminuye las nefastas consecuencias psicológicas del posible fracaso de la técnica, mejorando al mismo tiempo los olvidos o errores relacionados con el tratamiento. La asistencia psicológica a la donante facilita la elaboración de los sentimientos y emociones relacionados con este acto.
La ansiedad y las fantasías asociadas al embarazo generalmente son mayores en las donaciones. El desconocimiento acerca de la naturaleza del material genético, despierta temores sobre la monstruosidad del bebe, que pueden aparecer durante el sueño o en la falta de idealización del hijo en el vientre. La necesidad de fantasías positivas promueve la prosecución de una gestación normal y de un nacimiento sin mayores dificultades. Debido a la proximidad del parto y del conocimiento del niño, las ansiedades paranoides se agudizan, preguntas de “cómo voy a explicar que no se parece a mí o a mi pareja (infidelidad)”, “todos se van a dar cuenta de la diferencia”, “ no lo van a querer o aceptar”, son frases que proyectan las propias ansiedades de no aceptación, que generalmente se reducen con la lactancia y la cotidianidad.
Un aspecto adicional, lo representa el nacimiento del hijo, que trae a nuestro medio una nueva concepción de familia, donde la madre o el padre, lo es de un hijo sin su participación genética y con quien no tendrá, posiblemente, parecido físico. Sin embargo, es necesario tener cuenta que los vínculos familiares, no se apoyan exclusivamente en la sangre, sino que la simbolización que se hace de quienes son familia y quienes no lo son está marcada por la identidad del cumplimiento de las funciones parentales: madre, padre, abuelos, hermanos etc. Independientemente de la naturaleza de la concepción el lugar que ocupara el hijo estará en relación con el deseo, el discurso y el proyecto de vida de los padres.
Es posible, que el aspecto más complicado de esta relación es hacer partícipe al hijo en primer lugar o a terceros, sobre las particularidades del nacimiento y tener que explicar la falta de parecidos entre uno de los padres o ambos padres con éste. Es importante destacar que en cada familia y en cada pareja el proceso es diferente. A veces, los padres no son capaces de soportar el conflicto que esta situación representa proyectando luego estos sentimientos hacia el hijo. Es necesario trabajar durante el embarazo los conflictos propios de esta situación, para luego tener más claridad sobre el manejo de la verdad con la descendencia.
Aunque, siempre se plantea que manejar la verdad es la opción más viable y con menor consecuencia psicológica negativa, la decisión de los padres es personal y debe balancear los efectos que ella producirá sobre el grupo familiar.
Psic. Zoraida Mendoza